*Por Marcos Henchoz
Gobernar es poblar decía Juan Bautista Alberdi, uno de
los principales pensadores de la organización del Estado de nuestro país.
En la segunda mitad del siglo XIX, las autoridades
nacionales optaron por el modelo económico agropecuario exportador. Y esto
significaba tomar diferentes medidas orientadas a asegurar la producción de
materias primas.
En efecto, l 6 de octubre de 1876 fue sancionada la
ley Nº 817 de Inmigración y Colonización, que significó un acontecimiento
trascendental y de positiva proyección para el crecimiento de la población del
país. Por ese entonces, el doctor Nicolás Avellaneda (1874-1880) era quien
ejercía el cargo de presidente de la
Nación.
La tierra estaba en pocas manos y prácticamente
despobladas. Por lo tanto, era necesario aprovechar las grandes extensiones de
tierra de nuestro país para dedicarlas a la producción.
La política inmigratoria –principalmente desde Europa-
venía siendo promovida desde la presidencia de Justo José de Urquiza
(1854-1860). El asentamiento de estos “gringos” era promovido y organizado por
Estado Nacional y por los agentes comerciales autorizados para tal fin.
Así se fueron formando las primeras colonias agrícolas
del país tales como: Esperanza, San Carlos y San Jerónimo en Santa Fe y San
José en Entre Ríos.
La incorporación de
la Argentina
al sistema mundial que se estructuraba, como productora de materias primas
alimenticias, se vio favorecida porque la región litoral, la más apta para
ello, tenía ventajas comparatives debido a la riqueza de su suelo.
Otras medidas
políticas y económicas favorecieron este proceso: la extension de la red
ferroviaria, el telégrafo, la instalación de oficinas públicas en las
principales ciudades de las provincias litoraleñas, apertura de diferentes
puertos sobre los ríos Paraná y Uruguay, entre otros.
El proceso de venta de tierras para formar colonias
dedicadas a la agricultura duró unos pocos años. Rápidamente, los latifundios
se fueron poblando de colonos arrendatarios.
El sector de los productores directos ya en 1890
reclamaba la subdivisión de la propiedad latifundaria dejando de creer en la
propaganda oficialista sobre la posibilidad de obtener tierras propias para
trabajarlas. Esta situación elevó el índice de arrendatarios que pasó a ser
signo de pobreza, de inestabilidad y con el tiempo de despoblación de las zonas
rurales, produciendo durante la década de 1930, en adelante, la gran migración
interna hacia los centros urbanos industrializados.
De acuerdo, a las estadísticas de
los años 1914 y 1915, sobre un total de 76.212 propiedades dedicadas a la
agricultura; 24.658 son agricultores propietarios, es decir, el 32,36% y 51.554
son arrendatarios y aparceros, es decir, el 67,64% sobre el total. Estas cifras
están referidas al caso de las tierras dedicadas a la agricultura: siendo, aún
mayor el porcentaje entre propietario y arrendatarios para el caso de la
explotación ganadera, ya que era casi mínima la posibilidad a acceder a este
tipo de explotación por el sistema de arrendamientos.
Durante este período es el inicio de las colonias
agrícolas de nuestra zona: Las Flores, Stauber, Italiana, Las Marías y Los
Ombúes, entre otros.
La presencia de cientos de miles de colonos,
principalmente en la zona pampeana, favoreció la extensión de la red
ferroviaria para el traslado de personas y aumento de la actividad comercial y
de la fundación de pueblos. Algunos de ellos son: Larroque, Villa Eleonora, Urdinarrain,
Escriña, Almada, Parera y Gilbert. Es decir, que el poblamiento es anterior a
la llegada de los trenes y a la fundación de los pueblos. E inclusive, muchos
de ellos, ni tan siquiera registran fechas de fundación oficial ya que se
fueron dando por asentamientos espontáneos alrededor de las nuevas estaciones
del ferrocarril.
Durante las décadas de 1920 y 1930, la
situación no varió. El porcentaje de arrendatarios siguió en aumento. A éstos,
se les adicionó el trabajador asalariado (peón jornalero) en las grandes
propiedades; quienes se encontraron sin ninguna posibilidad inmediata de poseer
una parcela o lote de tierra para labrarla, ni siquiera en calidad de
arrendatario, por carecer de herramientas y por estar completamente
descapitalizados.
Muchas leyes se fueron dictando sin efecto alguno. La
tierra se convirtió en un negocio inmobiliario – practicamente inaccesible para
los colonos-. Por lo tanto, desde inicios del siglo XX, los gobernantes que
estaban íntimamente relacionados con los latifundistas – muchos de ellos eran
autoridades locales, provincials o nacionales- llevaron adelante la denominada
colonización privada. Es decir, entregar lotes a familias de arrendatarios
dentro de las mismas estancias.
El proceso de estancamiento agrario,
a principios de los ´40 se había acentuado. Siendo la estructura de producción
similar a las que se configuraron en los inicios de la transformación agraria
pampeana, es decir, la estancia ganadera con grandes latifundios; la chacra
agrícola, de propiedad del mismo sector pero con presencia de arrendatarios; y,
algunas quintas o granjas próximas a las ciudades. En muchos casos, los
latifundios no sólo eran un inconveniente
para poseer tierras por parte de los arrendatarios sino que, también, lo
eran para las mismas ciudades, por cuanto, no permitía su propio crecimiento.
Teniendo en cuenta, esta forma de producción, la estructura laboral funcionaba
de distintas manera: por un lado, estaban los peones “fijos” para el trabajo
las grandes estancias ganaderas; mientras que, en las estancias explotadas
agrícolamente al trabajo lo realizaban los arrendatarios incluyendo el trabajo
familiar o la utilización de peones transitorios, de acuerdo, a las necesidades
propias del trabajo de cada lugar.
Durante la década de 1930 y principios de 1940, el
gobierno conservador adoptó medidas tendientes a apaciguar los conflictos del
sector rural, entre ellas, la entrega de semillas para los productores
afectados por sequías y plagas, algunos precios básicos sobre sus productos e,
inclusive, el otorgamiento de créditos para la producción pero; estas medidas
no solucionaron los diferentes problemas del sector rural. Uno de estos era el
de la llamada “migración interna”; los jóvenes –solteros o casados- comenzaron
a irse a vivir a Buenos Aires en búsqueda de nuevos horizontes laborales.
En 1940, se sancionó la Ley N º 12.636 denominada
“Ley de Colonización”. Con ésta se creó el Consejo Agrario Nacional que tuvo
una actividad muy destacada en la implementación de la obra colonizadora
oficial. Esta ley, en su Art. 8º, establecía que los inmuebles a utilizar
serían: “A) Las tierras fiscales que se consideren aptas. B) Las que estén en
poder de los ministerios, de los Bancos
Oficiales o cualquiera de las otras reparticiones públicas nacionales. C) Las
que el Consejo Agrario Nacional adquiera por compra o sean expropiadas. D) Las
de dominio privado o de las provincias o municipalidades que sean ofrecidas”.
En estos años se organización varias colonias
oficiales en nuestra región tales como: El Potrero, Perdices y Las Piedras –departamento
Gualeguaychú-, El Ceibo y La Mechita –departamento
Uruguay- y Los Galpones –departamento Tala-, entre otras. También, se
organizaron algunas colonias privadas tal es el caso de la estancia San Luis
–en cercanías de Pueblo General Belgrano-.
La política llevada a cabo por el presidente Juan
Domingo Perón, con respecto al precio de los arrendamientos, produjo fuertes
conflictos entre los latifundistas y los colonos. A partir, del golpe de estado
de 1955 fueron desapareciendo las medidas políticas y económicas tendientes a
favorecer a los pequeños y medianos productores y a los arrendatarios.
El final anunciado se produjo con el gobierno del
General Juan Carlos Onganía cuando estableció una serie de leyes para terminar
con el minifundio (colonias agrícolas). Su política agropecuaria buscaba el
incremento de la producción y de la productividad; el mejoramiento del nivel de
ingresos de la actividad rural; la tecnificación agraria; la extensión de las
fronteras agropecuarias incorporando tierras improductivas u ociosas; aunque en
el entendimiento de que solo la podían llevar adelante los grandes
terratenientes.
De encuentros y silencios en las colonias del sur
entrerriano. Encuentros de sacrificios, de trabajo en la tierra, de familias
numerosas y llenas de vida. Hoy, el silencio aturde. Ya no están los colonos
abriendo surcos o levantando cosechas. Ya no están los bailes ni los paseos
domingueros por la estación del ferrocarril.
Fuentes consultadas:
MAROTTA Pedro (1917). Colonización y latifundio, Buenos Aires.
LATTUADA Mario J. (1986). La política agraria peronista (1943-1983),
Buenos Aires, CEAL.
BARSKY Osvaldo y otros (1988). La agricultura pampeana. Transformaciones
productivas y sociales, Buenos Aires, FCE/IICA/CISEA.
HENCHOZ Marcos (2005). Colonia oficial El Potrero -1946/1950-,
Editorial de Entre Ríos, Paraná.
Ley Nº 12.636 “Ley de
Colonización”, 1940.
Lo copio para publicar en mi página de noticias.
ResponderEliminarExcelente trabajo.
saludos
Muy bueno. Las fotos: deliciosas...
ResponderEliminarGracias, Marcos.